El pasado 26 de abril, en el marco de la Feria Internacional del libro de Bogotá, se llevó a cabo el lanzamiento del libro La fotografía, un documento social. Este trabajo, coordinado por la doctora Beatriz Múnera Barbosa (Universidad Jorge Tadeo Lozano) y el doctor Ignacio Chaves Gil (Corporación Universitaria Minuto de Dios), recoge los aportes de investigadores y destacados fotógrafos documentalistas en torno a la imagen fotográfica y su influencia en la construcción de narrativas contemporáneas.
La tesis de que la fotografía no es solamente una herramienta que acompaña reportajes y textos, sino que es en sí misma un documento social, un texto histórico, fue explorada por figuras de gran envergadura intelectual, como la profesora y documentalista Donna DeCesare, el fotoperiodista Jesús Abad Colorado o el escritor, cineasta y comunicólogo Alfonso Gumucio Dagron. En cada caso se hizo acopio de experiencias y repertorios teóricos que, en últimas, entretejen un aporte tremendamente necesario a la hora de comprender el papel de las imágenes en nuestras sociedades y el consecuente giro iconográfico que ha tomado la investigación social más reciente.
El profesor Juan Sebastián López, miembro del Instituto, puso su grano de arena en este proyecto a través de una reflexión sobre los autorretratos digitales desde la teoría del performance social. Partiendo de un trabajo clásico de John Berger, en el que se reflexiona sobre el papel asignado a la mujer en la pintura al óleo, su propuesta consistió en exponer y analizar los regímenes visuales que determinan en una doble clave, la del actor y su audiencia, la experiencia de autorretratarse en la era del Smartphone y la imagen digital. No obstante, sus insumos no fueron solamente teóricos, sino que tuvieron que ver con un ejercicio de investigación en el que un grupo de jóvenes fueron protagonistas. En últimas, lo que se intentó señalar fue de qué modos nuestras maneras de componer y observar estas prácticas fotográficas cotidianas y emergentes tienen mucho que ver con un dispositivo cultural anterior a la fotografía misma, que hunde sus raíces en nuestra compulsión humana por codificar en clave binaria la realidad que nos circunda.